miércoles, 7 de diciembre de 2016

El cristianismo y el imperio romano.
El 27 febrero del año 380, el cristianismo se convirtió en la religión exclusiva del Imperio Romano por un decreto del emperador Teodosio que unió las raíces judeo-cristianas del continente europeo con la cultura greco-romana, lo que tuvo trascendentales consecuencias.
Hasta determinada época, se perseguía el cristianismo, quemando iglesias y torturando a aquellos qye profesaban esta religión.

El 19 de junio de 325, en el Concilio de Nicea Constantino intervino en un conflicto eclesiástico, y decidió llegar a un arreglo según el cual Jesús y Dios representaban una misma entidad. Con la firma de esta definición por parte de los eclesiásticos presentes fueron suspendidas las persecuciones contra cristianos. Lo cual provocó la mejora de la situación de los practicantes de la religión cristiana.

“Todos los pueblos, sobre los que lideramos un suave y mesurado regimiento, deberán adoptar la religión que el divino apóstol Pedro hizo llegar a los romanos, que profesa el pontífice de Damasco así como el Obispo Pedro de Alejandría (…)
Sólo quienes obedezcan este decreto podrán ser llamados cristianos católicos. Los restantes a quienes declaramos dementes y locos, tienen la vergüenza de seguir la doctrina hereje.


Después se empezó a perseguir a aquellos que practicaron la realización de cultos paganos, que fue considerada alta traición, y los templos y lugares sagrados fueron destruidos.
La prehistoria greco-romana del continente y la religión judeo-cristiana marcaron decisivamente Europa, para bien y para mal, pues en los siglos siguientes los cristianos no sólo ayudaron a los pobres en nombre de la cruz, sino que también asesinaron en nombre de Dios a críticos y disidentes.

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